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El pensamiento crítico y el Casio de mi madre.

Mi madre tiene un reloj de esos baratitos, de plástico y goma. Un Casio me parece que es. Lo compró en una de esas tiendas de todo a cien porque mi madre, tanto en su ejercicio profesional como en el ejercicio de la maternidad (las cosas son aún así, no nos equivoquemos), pasa mucho tiempo trasteando con agua y con otros líquidos menos recomendables. Y claro, no quería estropear el reloj bueno, el dorado, que le regalaron hace tiempo. El caso es, que al reloj en cuestión un buen día se le agotó la batería. Normal. Generalmente, si a un reloj como ese se le gasta la pila lo tiras y te compras otro. Suele salir más barato. Sin embargo a mi madre le encanta su reloj sumergible de plástico y lo llevó a la relojería para que sustituyeran la batería. Y el reloj, claro, volvió a funcionar tan bien como hasta entonces. Sin embargo, por alguna razón había dejado de ser sumergible: cuatro gotas de agua, el cristal de la esfera empañado por dentro y vuelta a la relojería. Ya en tan digno establecimiento la conversación se desarrolló más o menos como sigue:

- Buenos días ¿en qué puedo ayudarla? – amplia sonrisa del relojero.
- Pues verá usted, es que ayer vine para cambiarle la pila a un reloj y ahora le entra agua.

El profesional de la manecilla coge el reloj, lo observa con aire experto, asiente un par de veces como para sí, condescendiente, y con gesto algo despectivo lo deposita en el mostrador y procede a dictaminar:

- Este tipo de reloj, sobre todo los de diseño cuadrado como es el caso que nos ocupa, una vez abierto resulta muy difícil, por no decir casi imposible que recuperen la estanqueidad.
- Hombre… tampoco creo yo que haya que estudiar en Salamanca. Que es un Casio de seis euros, no el batiscafo de Cousteau.

El digno comerciante en pelucos que acusa la puya como una duda a su profesionalidad y, destornillador en ristre y con gesto algo mosqueado procede a levantar la tapa del peluco de la discordia, para descubrir que la junta de goma responsable de la estanqueidad del aparato está doblada en una esquina. Con maestría la endereza, la coloca en su sitio, vuelve a apretar los tornillos y ¡Oh Milagro! El peluco en cuestión vuelve a estar preparado para convivir sin peligro de empañamientos con todo tipo de líquidos domésticos.

La historia del reloj no es mas que un ejemplo; hay más. De hecho es algo que puede ocurrirnos en cualquier momento en que necesitemos los servicios de un profesional cualificado, si ese profesional es menos cualificado y más caradura de lo que en un principio pudiera parecer. Verbigracia. El albañil que hemos contratado nos deja una pared torcida cual muralla china. Le pedimos explicaciones y la respuesta puede ser más o menos que no, que la pared no está torcida, que se trata de un efecto óptico propiciado por la distribución general de la vivienda; póngase usted aquí –no, ahí no, un poco más a la derecha- y verá cómo la ve recta. Un fontanero: efectivamente caballero la tubería nueva que acabo de instalar pierde un poco de agua, pero no es mi culpa, la culpa es del arquitecto que al hacer el proyecto no ha tenido en cuenta el influjo de las mareas sobre todos y cada uno de los fluidos. El carpintero. Debo darle la razón, apreciada señora en que la puerta al parecer, no cierra como es debido y hace un desagradable ruido al arrastrarse por el suelo. Sin embargo no debería darle importancia pues es un fenómeno bien conocido en nuestra profesión y se debe básicamente a que la madera aún no se ha adaptado a este entorno que, por otra parte sufre constantes y acusados cambios tanto de temperatura como de humedad E=mc2… pero usted págueme y no se preocupe porque ese problema se soluciona solo en un par de meses. La respuesta adecuada en estos casos suele ser algo así como que las fluctuaciones macrofinancieras en Wall Street combinadas con una desagradable infección por hongos que sufre el cajero del banco impedirán que (póngase el nombre del profesional que corresponda) cobre su trabajo hasta que no esté bien hecho. Y suele funcionar. Después de responder eso y tras los morros y las blasfemias el voy baja de rigor, la pared suele terminar recta, la tubería bien sellada, y la puerta abre y cierra como una seda.

Sin embargo, si estos profesionales tan… poco profesionales esgrimen esas torpes excusas para camuflar su torpeza es, ni más ni menos porque en la mayoría de los casos funcionan. Y… ¿Sabes qué? Pues que no me extraña. Vivimos en un mundo en el que una parte importante de la población está convencida de que la posición de tal o cual esfera gigante de gas incandescente que se encuentra por otra parte a un montón de años-luz, en el momento del nacimiento influye sobre el carácter y el futuro de la criatura. De que unos monigotes pintados en trozos de cartón, interpretados convenientemente por el caradura de turno, son capaces de predecir nuestro futuro y hasta nuestro pasado. De que cualquier sustancia sospechosa que se le pase por los cojones (a veces creo que literalmente) al curandero chalado de guardia es más efectiva para curar nuestros males que cualquiera de los medicamentos probados y reprobados que existen… y así, ad nauseam que decía uno por ahí. Y claro, no me extraña que cualquier elemento se suba alegremente al carro de la credulidad para justificar sus chapuzas. Si la luna es capaz de moldear mi carácter ¿Cómo no va a serlo de afectar la estanqueidad de una tubería?

Eso sí. Aquí todos somos muy guays, muy comprensivos y muy políticamente correctos. Cada cual es muy libre de creer en lo que se le pase por la cabeza por disparatado que parezca. Todo en aras de la libertad. Pero ¿somos así más libres? No, que va, no lo somos. Así lo único que somos es más borregos. ¿Para qué pensar, informarse y sacar conclusiones si hay otros que lo hacen por nosotros? Y además dicen unas cosas tan bonitas… Seamos democráticos porque la verdad lo es. Votemos. Y si el resultado de la votación es que tenemos que meter la astrología, la transcomunicación instrumental (jugar a interpretar palabras en el ruido blanco de una grabación) y la cirugía psíquica en las universidades, pues hagámoslo, creemos cátedras especializadas en fantasmas y fotografías Krilian. Una vez conseguido esto ya podremos dar el Gran Paso. Estaremos existencialmente preparados para irnos definitivamente a la MIERDA.

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