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Los caballeros de Salannah

Los caballeros de Salannah eran en verdad gente dura. Curtidos en mil batallas y entrenados hasta la extenuación. Sus cargas eran un espectáculo de brillos y colores: armaduras pulidas, melenas al viento, relumbrar de picas y espadas desenfundadas. Y encajes, sedas, rasos y satenes; porque los caballeros de Salannah eran un «poquito» maricones. Muchos de sus enemigos comprendieron demasiado tarde su error al confundir maricones con afeminados. Los caballeros de Salannah, en plena refriega, en medio de la batalla cuando los ideales y las altas metas se diluyen en la pura y perfecta violencia, cuando el ansia de matar al enemigo se transforma en lucha por sobrevivir, eran los más crueles, los más sanguinarios, los más violentos. Porque los caballeros de Salannah, en medio de la vorágine no luchaban por su vida, ni siquiera lo hacían por defender al compañero; luchaban para salvar al amante.

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